7 de enero de 1919
La Semana Trágica en la Argentina
Por Oscar Alba
El 7 de enero se cumplieron 89 años de la Semana Trágica en Buenos Aires. La lucha obrera comenzó en los talleres Vasena y fue un verdadero reguero de pólvora que encendió a la clase trabajadora. Mostró el verdadero rostro de los capitalistas y el potencial revolucionario de la clase obrera y los sectores oprimidos. Sus inicios, su desarrollo y su final son un hito en la historia de las luchas obreras en nuestro país.
En diciembre de 1918 comienza la huelga de los trabajadores metalúrgicos de los talleres Pedro Vasena. El pliego de reclamos, centralmente incluía: la reducción de la jornada laboral de 11 a 8 horas, aumento de los jornales, descanso dominical y la reincorporación de los trabajadores despedidos al iniciarse el conflicto. Los talleres Vasena ocupaban entre obreros y empleados, a 2.500 personas. Tenía su depósito en las calles Pepirí y Santo Domingo y su planta de producción en Cochabamba y La Rioja, donde actualmente se encuentra la Plaza Martín Fierro, en la zona sur de la Capital.
La huelga de los trabajadores de Vasena no era un conflicto aislado, era parte de un ascenso de luchas que a fines de 1918 había puesto en marcha una importante ola de huelgas en el movimiento obrero: marítimos, tranviarios, petroleros de la Patagonia, trabajadores de la carne, obreros municipales y del calzado, entre otros. Las condiciones laborales y la vida de los trabajadores transcurrían penosamente bajo el yugo capitalista.
“La inestabilidad social imperante, la marginación a la que se veían sometidos la mayoría de los trabajadores y el clima de enfrentamiento social, constituían el mejor abono posible para el florecimiento de las tendencias mas radicalizadas que, como el anarquismo, eran fuertemente impugnadas del sistema” (1). Por entonces el movimiento obrero se encontraba organizado en dos centrales: la FORA (IXº Congreso) y la FORA (Vº Congreso) La primera era mayoritaria y agrupaba a los llamados “sindicalistas” donde tenían cierta influencia los socialistas y la segunda era anarquista. El Partido Socialista de orientación reformista contaba con diputados en el Congreso. Si bien van a reclamar al gobierno la solución del conflicto metalúrgico, lo harán criticando la “impaciencia” anarquista y reclamando serenidad a los obreros.
Piquetes y represión
El 7 de enero en horas de la tarde, varios carros de la empresa se dirigían a los depósitos. Estas “chatas” eran manejadas por algunos obreros que no adherían a la huelga y “rompehuelgas” contratados por la patronal que eran custodiados por la policía. Al llegar a la intersección de las calles Pepirí y Amancio Alcorta un piquete de huelguistas acompañados por mujeres y niños trataron de detenerlos. En un primer momento, los huelguistas actuaron en forma pacífica, pero como las “chatas” no se detuvieron, comenzaron a arrojarles piedras. Fue entonces cuando la policía disparó sobre el piquete dejando el saldo de cuatro muertos y casi cuarenta heridos en el lugar. Poco después, algunos de los heridos también morirían. Ante esta situación el sindicato resuelve llamar a la huelga general del gremio.
“Había varias posiciones por parte de los sindicalistas en cuanto a la huelga que iban a sostener: solucionar el conflicto de la fábrica Vasena, solucionando la demanda de los obreros y la libertad de los que se encontraban presos por cuestiones sindicales; en cuanto a los ferroviarios estaban también con conflictos en cuanto al tema salarial con las empresas extranjeras. Y por último había una petición del sindicato del calzado que proponía un programa de reivindicaciones generales para toda la clase obrera, haciendo hincapié en los siguientes puntos: satisfacción del pliego de los obreros de Vasena, reincorporación de los municipales, telegrafistas y empleados postales, todos desempleados por sus respectivas huelgas fracasadas. La posición triunfadora después de todas las reuniones fue la primera, ya que los sindicalistas tenían miedo de que la huelga se transformara de pacífica a violenta, de ahí que adoptaran hacer la huelga un solo día y sólo con dos demandas (2).”
Al día siguiente se van plegando a la huelga otros gremios que también se encontraban en conflicto por distintas demandas. La tendencia a la huelga general se hacía cada más creciente.
El jueves 9 de enero se organiza el entierro de las víctimas. Decenas de miles de trabajadores y sectores populares se van sumando al cortejo que se dirige hacia el cementerio de la Chacarita. La marcha está encabezada por los dirigentes de la FORA que van rodeados por una guardia armada ante el peligro de un ataque de la policía. A medida que el cortejo avanza grupos de activistas asaltan armerías y ya se van produciendo enfrentamientos con la policía y los matones fascistas de la Liga Patriótica.
Una vez en el cementerio y mientras hacía uso de la palabra uno de los primeros oradores, la policía y los bomberos comenzaron a disparar desde los muros contra la multitud allí reunida. Caen muchas personas heridas de muerte y los que se desbandan hacia las calles van a enfrentar a los policías. También es atacado a tiros un piquete de obreros que se encontraba bloqueando la planta de Vasena. Durante todo el día, en distintos puntos de la ciudad, se producen tiroteos entre huelguistas y matones. Por la noche la FORA (sindicalista) declara la huelga general.
“El presidente había ordenado la distribución de 30.000 efectivos militares en toda la ciudad, como así también había solicitado la presencia urgente del Sr. Vasena en la Casa Rosada. La violencia seguía, en Boedo un grupo de civiles habían atacado a varios obreros, en la calle Lavalle entre Paso y Larrea hubo un tiroteo entre los efectivos militares y obreros, otro en Brasil entre Piedras y Chacabuco, otro en Defensa y Martín García. A las 22 hs. un grupo armado, amparados por la oscuridad, se acercó hasta la comisaría 4º, 6º, 8º y 9º produciéndose así otra serie de tiroteos. El saldo de ese día había sido de no menos de 50 muertos” (3).
El gobierno de Irigoyen nombra Jefe de la Policía a Elpidio González y resuelve la militarización de la ciudad. Será el General Dellepiane quien llegará con sus tropas desde Campo de Mayo para sumarse a la represión.
El fin de semana que va desde el 10 al 13 de enero significará el punto más alto de la huelga. Una de las características de la misma es que los gremios no habían unificado un solo pliego de reivindicaciones si no que cada uno de ellos levantaba sus propias demandas laborales. La FORA (sindicalista) busca negociar con el gobierno y logra una entrevista con Irigoyen. En esa reunión los dirigentes obreros reclaman la libertad de los detenidos, los pliegos de los trabajadores de Vasena y marítimos. El gobierno presiona a la patronal para llegar a un acuerdo. Finalmente la patronal concede. Ocho horas de jornada laboral, un aumento salarial que iba desde el 20% al 40%, aumento en las horas extras de un 50%, y un aumento del 100% para quienes trabajaran los domingos. El gobierno se compromete a liberar a los presos cuando se levante la huelga. Ante los resultados de la negociación la FORA levanta la huelga. No obstante la FORA anarquista desconoce esa decisión y sigue impulsando el paro.
Irigoyen intensifica la represión sobre los sectores que no acatan el levantamiento de la huelga. Así se producen nuevas redadas contra los anarquistas entre el lunes 13 y el martes 14, en esos días es detenida toda la redacción del diario anarquista La Protesta. El movimiento huelguístico se divide, ya que un sector acata la resolución de la FORA mayoritaria y el resto va a ir debilitándose.
Finalmente, la central anarquista también decide levantar el paro. El gobierno comienza a liberar a los presos el 16 de enero.
Una seminsurrección obrera
La Semana Trágica significó una seminsurrección obrera que presentó batalla al régimen del radical Irigoyen en el marco de la superexplotación capitalista, por un lado y consecuencia del desarrollo de tenencias combativas hacia el interior de la clase trabajadora, por el otro. A fines del siglo XIX y principios del XX, la composición obrera era, fundamentalmente, producto de la inmigración europea. Estos trabajadores trajeron consigo las ideas anarquista y socialistas. Así, fueron los anarquistas quienes comenzaron a organizar sindicalmente a los trabajadores. Pero la estrategia política de los anarquistas no concebía la construcción de una organización obrera para que los trabajadores tomaran el poder en sus manos. De esta manera, el reformismo del viejo Partido Socialista fue ganando influencia en amplios sectores de trabajadores. El triunfo de la Revolución Rusa del ‘17 va a abrir las posibilidades de una nueva corriente revolucionaria en el movimiento obrero. El clima de agitación política y sindical que precedió a la Semana Trágica estuvo alimentado en gran parte por las manifestaciones de simpatía y apoyo a la gesta revolucionaria rusa. Los anarquistas que habían saludado positivamente la irrupción del nuevo estado obrero en Rusia, luego terminarán reprobándolo y enfrentándolo. La Semana Trágica es, a su vez, un punto de referencia para el desarrollo de una nueva recomposición de la clase obrera de nuestro país que a fines de la segunda década del siglo XX, comienza a nutrirse de contingentes de trabajadores nativos y nuevas ideas políticas.
El valor revolucionario de aquellos dirigentes obreros anarquistas caídos durante la Semana Trágica y de los perseguidos posteriormente por el régimen burgués nos debe dejar una reflexión: una y otra vez la podredumbre y carroña capitalista no dudará de echar mano a todos los medios a su alcance para evitar que los trabajadores cuestionen su dominación y sus intereses. En este sentido la experiencia de la Semana Trágica debe estar presente en la nueva generación de luchadores como parte del capital político acumulado para enfrentar en mejores condiciones al régimen capitalista.